Todo tiene un final: Nápoles + Sorrento


Durante la última noche de Barcelona solo dormimos un par de horas ya que el vuelo a Nápoles salía muy temprano y no quedó otra que madrugar.  Fue tal vez la única ciudad donde dormimos tanto. En parte porque todos los Km recorridos pasaban factura, pero también porque no conectamos del todo con la misma.

Llegamos a nuestro destino antes del mediodía y conocimos a nuestra anfitriona, Ángela,quien  no hablaba ni una sola palabra en español. Pero por suerte contábamos con Tania, su hija adolescente, que hablaba inglés y para nosotras era más que suficiente. A Ángela la vimos tan solo un par de minutos porque se tenía que ir al trabajo, pero nos dijo de todo como aprovechando cada milésima de segundo. Tania fue la encargada de mostrarnos el departamento. El mismo era muy pequeño, pero cómodo. Algo así como la casita de los enanitos de blanca nieves. Algunas gentes malas dirán que estaba justo a mi altura...

Nos duchamos y partimos a recorrer Nápoles. EL primer encuentro fue algo caótico. Nos encontramos con una versión italiana de microcentro u Once. Mucho ruido en las calles con gente que corría o andaba apurada por todas partes. Estos fueron algunos factores que desafortunadamente nos recordaba a nuestra, para nada extrañable, rutina.

Esperábamos con ansias el reencuentro con las pastas italianas. No obstante, durante el almuerzo en un restaurante familiar aledaño al departamento, nos llevamos una pequeña desilusión. Roma había subido la vara muy alta, definitivamente. Los fideos que probamos ese día tenían más pinta de lo que estaban, pero fue una buena forma de recargar energías de todas formas.

 


 Continuamos caminando y decidimos tomar el metro para conocer un poco más. Pero la verdad, el cansancio tampoco estaba siendo de buena compañía durante este trayecto. Entramos a una catedral y dimos un breve recorrido por el museo arqueológico. Los bostezos ya eran alevosos, nuestras ansias de recorrer estaban siendo claramente opacadas por esas pocas horas de sueño. Sin dar muchas vueltas decidimos retornar al departamento. Compramos algunos snacks que quedaron como provisiones para el día siguiente, porque morimos del sueño literalmente al acostarnos. 





Pompeya fue nuestro objetivo. Esta ciudad había sido sepultada en el año 79 por la erupción del Vesubio y años más tarde por la grabación de Pink Floyd de su DVD Live at Pompeii ( bueno, tampoco exageremos, pero…) Horas más tarde tomamos el mismo tren y nos fuimos directo hacía Sorrento. Allí decidimos darle una nueva oportunidad a la pizza italiana, sin embargo, ésta sigue muy abajo en el podio sin poder superar si quiera la argentina.

 

  

Le dedicamos solo unas cuantas horas a Sorrento ya que no estábamos muy confiadas con el horario del tren. Calles empedradas, vista hacía la costa amalfitana; nos sorprendió para bien y debo admitir que su paz y tranquilidad hicieron que la prefiera por sobre Nápoles. Esas vistas tientan a una a volver y perderse en esos paisajes bajo un clima más cálido.  El atardecer se pronunciaba lentamente pero  previamente a llegar al departamento hicimos una parada en la estación Toledo. Es una avenida céntrica pero que no está muy alejada de ser nuestra calle florida, pero aprovechamos para pasear un poco más. 


Cuando llegamos nos encontramos con la sorpresa que no había Wifi. No le dimos mayor importancia al comienzo. Nos pusimos el pijama, acomodamos las valijas y cenamos. Pero claro, cómo llamar un taxi o uber al día siguiente que teníamos que ir temprano al aeropuerto. Las valijas ya no eran tan fáciles de transportar por varios metros, entre ellas una de Tam que llamamos “Terminator” (grande, pesada e incómoda que cada tanto una de sus rueditas decidía hacer paro)  Así que, ¿Qué hicimos? Lo que cualquier persona normal hubiese hecho. Salimos en pijama a tocar timbres hasta dar con Ángela y Tania. Nos dimos cuenta que las mismas no vivían ahí así que increpamos a una vecina que por suerte nos ayudó a pesar de hablar muy poco inglés y cero español, y no llamó a la policía (dos locas en pijama, desesperadas por enviar un mensaje). Le mangueamos conexión a wifi para poder escribirle a la propietaria y la mujer muy amablemente nos prestó su teléfono para hablar directamente; Fue medio una conversación de locos, inglés, tano, castellano, Ángela gritándole a la hija y la pobre Tania que traducía.

Finalmente fueron al día siguiente antes de que nos vayamos y nos ayudaron, ambas, a llevar las valijas a tomar un taxi. Es increíble, pero un buen gesto o simplemente la buena voluntad pueden hacer que el mal trago pase a un segundo plano y todo quede como ahora, en una de las tantas anécdotas bizarras.

Habíamos comenzado la vuelta a casa. Habrá algunas reflexiones randoms que se me escaparon en estas crónicas insulsas, pero que merecen una mención aparte. No hace falta aclarar, pero mi corazón quedó en Roma y si bien como amante de la pizza que soy, me llevé un chasco importante con ese plato, ese dato queda completamente opacado por lo superlativamente bello que es todo el resto. Nápoles no nos agradó mucho, Sorrento nos cautivó con muy poco e Italia se convertiría en una vuelta obligatoria a futuro para quien escribe.

Alejandra


No hay comentarios:

Publicar un comentario