Vivimos una época donde lamentablemente vemos cada vez
más naturalizada la idea de relegar todo lo concerniente al arte hacía el ocio
y el entretenimiento. Es por eso, que existen personas las cuales se preocupan por dar bocanadas de oxigeno entre tanto aire viciado carente de sentido.
“El aguijón de la noche” es una propuesta en la cual
podemos encontrar ese alivio. Un encuentro que tiene como finalidad la comunión de música, pintura y literatura en un mismo espacio,
alrededor de un mismo mensaje, configurando significados que exceden lo
puramente lógico.
Los integrantes de este proyecto son el ilustrador
Santiago Caruso, la escritora Julia torres junto al Dúo Fermento, quienes son
los responsables de musicalizar el ambiente.
Estos artistas se reúnen e improvisan ante nosotros en el
marco de diferentes autores. Este viernes fue el turno de Charles Baudelaire,
uno de los escritores malditos más importantes de la modernidad. El aguijón de
la noche toma uno de los mensajes de Baudelaire acerca de la multitud, esa
necesidad de sumergirse en ella y de crear desde allí inmerso.
Sus presentaciones tienen la característica
fundamental que, ante el recitado de Julia Torres, El dúo (en esta oportunidad
trio) junto a Santiago Caruso, se presentan ante nosotros improvisando allí mismo, guiados por la imaginación y la inspiración, sobre el lienzo y el éter donde se
escapan las melodías, desde un espacio compartido con el público.
El espacio físico fue el bar Macabras que se encuentra en
Buenos Aires. Es una casa antigua, de esas típicas del barrio de San Telmo.
Decorada con cuadros de escritores y escenas de algunas películas. El bar
ofrece su espacio para este tipo de actividades, apoyando a una experiencia
estética no tan usual.
Pasadas las diez de la noche, las luces fueron bajando y
Julia desde el micrófono nos daba la bienvenida a todos los presentes. El
violinista marcaba a modo percusión un compás leve sobre su instrumento. La
velada había comenzado.
Desde un costado se encontraba Santiago, frente a un
lienzo pintado de negro, donde un poco de pintura blanca le iba sugiriendo
algunas ideas. Julia recitaba desde otro lugar del bar, amplificada a través de
un micrófono, con intensidad la profundidad de los poemas evocados;"Cantó una noche el alma del vino en las botellas:”
Baudelaire a través de la voz de una mujer que movilizaba hasta las copas con
aquellos versos.
Los climas creados a través de la música iban lentamente
congeniando con la intensidad de la voz de Julia, quien tomaba respiro entre
cada verso mientras Santiago comenzaba a dar forma a su obra.
Se comenzaba a ver un hombre, con un sobretodo, de perfil
con la mirada absorta y nostálgica. En sus manos iba dibujando, construyendo
otra figura. “¿Un ramo de flores?” Pensé. No, lo que iba a salir de allí lejos
estaba de aquella idea.
Hubo una pequeña pausa para luego finalizar
cada uno su trabajo. Santiago había dejado el suspenso sobre aquel sujeto de
cabello blanco. Detrás del mismo una figura roja se asomaba.
“Oh Dios traicionado por la suerte y privado de
alabanzas!” alzaba su voz Julia y la fuerza de la música iba creciendo cada
vez más.
Ya se divisaba con claridad lo que surgía a través de la
pintura. El final se iba acercando, y con el mismo, los últimos acordes y
melodías que acompañaban.
Aquel hombre de mirada profunda y llena de dolor sostenía
entre sus manos la cabeza de su amada, cuyo cuerpo reposaba en el suelo.
Mientras la muerte por detrás asechaba a ambos de cerca como desprendiéndose del
cuerpo del cadáver.
La tragedia, el amor, la oscuridad, la belleza conjugado
con lo eterno dentro de lo circunstancial, fueron las ideas que se conjugaba en
el aire dentro de aquel recinto.
Baudelaire, con sus visiones acerca de la modernidad se
atrevió a poner en discusión como encontrar un lenguaje poético más allá de los
estándares que establecían qué era bello y qué no.
En su obra ensayística “el pintor de la vida moderna”
establece que “Lo bello está hecho de un elemento eterno e invariable, cuya
cantidad es excesivamente difícil de determinar, y de un elemento relativo,
circunstancial, que será, si se quiere, por alternativa o simultáneamente, la
época, la moda, la moral, la pasión” Es aquí, donde el artista moderno tiene su
mayor desafío, que es, encontrar belleza en aquello que es superfluo, un pintor
de la circunstancia y a su vez de lo eterno.
El aguijón de la noche pasó nuevamente por Macabras, en
esta oportunidad, desafiando al tiempo, jugando al límite de la
eternidad. Aquello que nos puede brindar solamente el arte.
Alejandra
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