“El pensamiento es efímero, la imagen absoluta”

Andrei Tarkovsky (1932-1986)


Sus pinturas sugieren, e invitan a sumergirnos en un mundo donde sentir y pensar forma parte de un mismo camino. Santiago Caruso nos abre las puertas de su casa en Don Bosco y nos cuenta un poco acerca su vida y cómo la misma surca un camino a través de sus obras.

Por Alejandra Martínez

Santiago nació en Quilmes. Tiene 34 años y la pregunta acerca de su vocación jamás se la había planteado en su vida. Dibujó desde muy chico. Copiaba dibujos de historietas, revistas e incluso dibujos que le hacían sus padres. Los años pasaron y llegada la adolescencia comenzaron a surgir las típicas preguntas que a todos alguna vez nos aquejaron. ─Yo me acuerdo que estaba por terminar el secundario y pensaba... ¿Qué voy hacer? ¡Estaba claro que iba dibujar! ¿Qué iba a estudiar? ¡No tenía ni idea! Había gente que me decía: " Vos tenés que hacer diseño gráfico, porque el diseño, porque blah" ¡Y uno no sabía si quiera qué era el diseño gráfico! Hoy se sabe. ¡Le pregunto a mi tía y sabe qué es el diseño gráfico! (lo dice entre risas) Antes el diseño gráfico estaba en las cosas, pero no había un poderío de la imagen tan zarpado como lo existe hoy.

Qué hacer de tu vida después de la escuela es una incertidumbre que nos llega a muchos cuando entramos en esa etapa de nuestra vida. Para Santiago significó una búsqueda que iba más allá de algo de lo cual vivir. Su padre, contador, lo incentivaba en el dibujo, aunque Santiago en el secundario apostó a una orientación contable. ─Fue una especie de decisión nefasta. Por suerte no me dediqué a eso ─ Ríe por lo bajo, con la mirada entre cansada y soñadora, mientras tomábamos café en su taller, entre varios proyectos en los cuales está trabajando para exponer acá, en Buenos Aires y pedidos para el exterior.

Santiago comenzó a trabajar ilustrando la parte de literatura de algunos libros educativos, y previamente había ya publicado en fanzines y en la revista comiqueando. ─Aprendí bastante mientras empezaba a trabajar. Eso es algo como para la gente que recién arranca: No hacer solo hasta donde te conviene económicamente. Piensa mucho, y se detiene bastante en esta idea y para ser más explícito cita un fragmento de un poema de Ezra Pound: ─ “Con usura no se hicieron las grandes obras de artes” A mí me sirvió hacer bastante más de lo que me convenía económicamente. Conozco casos muy cercanos, que han estado laburando para manuales o para libritos que se hacen en dos minutos y ya se acostumbran a trabajar con esa lógica y con ese nivel de detalle.

"El Rey Amarillo" 
Hoy en día ilustra para editoriales como Sudamericana, Planeta, Zorro Rojo, Random House, entre otras más. Cuando tenía 21 años fue galardonado con el premio de dibujo en el Salón de Artes Plásticas del Museo Roberano. Expone en nuestro páis, pero también en Brasil, España, Estados Unidos y México, donde estuvo hace poco presentando dos libros, “El Rey Amarillo” de Robert W. Chambers y “Los cantos de Maldoror” de Lautreamont.

En una especie de lucha interna, de batir ciertas ideas que comenzaban a hacerle ruido, Santiago encontró a través de sus obras una forma de discutir desde su lugar. Un lugar repleto de imágenes que nos hablan e intentan decir algo en concreto. Se siente lejos de la idea estereotipada de “horror”. Es algo que hoy en día le genera muchas preguntas. Porque precisamente no es a donde realmente estaría apuntando. Vemos a sus obras cómodas situarse, por ejemplo, junto a ciertos escritores malditos como Baudelaire o Edgard Allan Poe. ─Hay algo horroroso en la estética pero hay algo en concreto que se está discutiendo de la cuestión humana, de las preguntas que generan el existir de la humanidad. A eso es a lo que yo tiendo. Cuando laburé en la revista Caras y Caretas, la cosa iba por ahí también. Cuando uno trabaja los 70 o ciertos aspectos de la historia argentina que son bastante complejos y oscuros, hay un estética del horror, de lo oscuro… pero… no sé si es eso ¿Entendés? (Deja la taza de café y se agarra la nuca como en un ejercicio de poder dar forma a la idea que intenta expresar).

¿Qué lugares son los de los cuales intenta alejarse? Santiago busca evitar que lo editorial “lo marque”. De hacer más allá de lo que le piden y considera que es muy importante evaluar hacía donde se dirigen ciertos pedidos. En cierto tono gracioso nos comenta acerca de ciertos trabajos a los cuales decidió no ilustrar.
 ─¿Por qué?
─Incluso en la editorial Planeta. Me dicen “mirá, tenemos la saga del pendorcho mágico del no sé qué (risas). ¡Claro! Ahí ilustras una bocha de libros, te va a ver un montón de gente pero no es eso lo que yo defiendo estéticamente, discursivamente ni poéticamente. ¡No quiero leer eso!
─ ¿Por ejemplo a qué libro le has dicho que no?
Una saga de novelas fantásticas que tienen que ver con Narnia. Piensen en eso, una mezcla entre Narnia y Crepúsculo. Son cosas que se arman para el público adolescente que son completamente olvidables. ¡Ni da! Después las ves publicadas y transpirás, y decís “bueno, es trabajo”. ¡Pero no! Después no la sacás más de circulación.

Esa conexión con el terror, o el horror como cliché comercial, es donde Santiago evita quedarse. Toma los temas, historias de determinados libros y los resignifica desde un lugar de discusión, de ruptura más allá de determinadas instituciones, sino desde los propios valores en los cuales había criado.
Digamos que en la infancia de uno no es todo color de rosa. (Suelta esta frase en un tono sarcástico). ─Yo creo que tiene que ver con una discusión de ciertos valores, que en mi caso fueron inculcados desde la infancia, con lo religioso. Mi familia está en la iglesia y yo prácticamente nací y me crié ahí. La visión de mundo que construyen sobre uno en ese tiempo tiene que ver con una visión muy antigua. Cuando uno pasa por la adolescencia, un montón de cosas no te cierran de eso, pero al mismo tiempo era muy difícil proponerse irse de ahí. No irme de la casa de mis viejos ─ (sonríe y reflexiona) ─porque en ese momento era imposible con 15 años. Creo que la conexión con el terror tiene que ver con una disputa de sentido que hace la religión o ciertas filosofías o ideas de otro tiempo.

Además de ilustrar libros, tapas de disco, historietas, se dedica a improvisar en vivo sobre el lienzo. Generalmente acompañado de músicos que hacen lo mismo con sus instrumentos. Esta experiencia artística invita a vivir una imagen poética a través de varios sentidos conectados a la vez. La música lo lleva a ciertas búsquedas que exceden lo pictórico que a su vez lo encuentra como interprete.
Yo toco la guitarra porque era salmista de la comunidad. Era el que cantaba ahí. Lo que vos cantabas, encarnaba un misterio y una experiencia de vida. No era una canción solamente. Era algo que hablaba acerca de ese misterio sobre esa realidad dolorosa y trágica. Vos encarnás eso, buscando cierta belleza. Estás diciendo lo que te conmueve y es como que estás ayudando a la vez a otros a entrar en esa profundidad, en la experiencia de lo espiritual. Cuando corté con ese mundo, se rompieron muchas cosas…

Santiago ve en esta ruptura con la iglesia algo ligado muy personal que se sumerge en el arte. Padre de dos hijos, su divorcio significó pasar por encima de aquellos valores que supo encarnan en su juventud. Al momento de casarse ya no iba a la iglesia, pero en nombre de ese rito religioso concluyó dando el sí frente a un sacerdote. Había configurado un mundo que de pronto se había
venido abajo. La pérdida de todo aquello, fue como lidiar con la muerte absoluta de todos esos valores que él ya venía discutiendo.
Todo esto forma hilos en los cuales uno puede colocar las obras de Santiago. En muchas oportunidades algunas de las preguntas que lo embriagan no se van muy lejos de aquellas que les pueden llegar a surgir a sus dos pequeños hijos. Ellos vivieron junto a él parte de aquella crisis y muchas veces, señala, dicen cosas muy poéticas, y que no escapan demasiado a la idea de sentir y pensar al mismo tiempo.

Claro, ser padre no es fácil, mucho menos cuando en tu taller está repleto de pinturas u obras que tal vez puedan significar muy fuertes para pequeños de 4 y 6 años.
─ ¿Qué te dicen acerca de lo que pintás?
Comienza a reír y de repente recuerda una anécdota que tiene como protagonista a su hija más chiquita: ─Yo estaba laburando eso (nos señala una imagen de un hermafrodita que había ilustrado para uno de los Cantos de Maldoror de Lautremont) y mi hija, que tenía tres años, me dice: “¿Por qué tiene tetas y pito?”─ (Risas) ─Siempre estoy laburando con cosas que discuten con el orden de lo convencional, y obvio que le surgen preguntas a los pibes.
Santiago encuentra su lugar discutiendo con problemáticas en todas sus formas. Los niños están repletos de preguntas, filosóficas, poéticas, incluso lógicas que lo ayudan a orientarse en esa búsqueda. Sus obras no representan un mero pedido editorial y detenerse a observar aquello que se simboliza a través de la imagen, no responde solamente a un discurso de un libro, por ejemplo, sino a la interpretación y la resignficación que el artista, en este caso el ilustrador, hace del mismo.

Siempre miro para atrás y pienso en cómo estaba en determinado momento, cuáles eran las cosas que me aquejaban y veo trabajos, tapas de discos, de libros, por ejemplo y el tema están encarado por ese lado. ¿Entendés? Siempre está lo que me pasa, lo que me pregunto. Por eso hay hilos a lo largo del tiempo. Siempre hay algo que dice que fue uno el que estuvo pasando por ahí.

Ayer, 29 de abril se estuvo dando en San Telmo un evento en conmemoración del aniversario del nacimiento de la poeta Alejandra Pizarnik, donde pintó  en vivo frente al público. Además hubo músicos improvisando y se leyeron poemas de la misma. Santiago encuentra en ella una especie de comunión, la cual describe como un entendimiento de la problemática del artista. El desenlace de la vida de Alejandra, bastante trágica, la encontró repleta de interrogantes que la abrumaban. Santiago ve en ella una afinidad, pero de la cual busca rescatarse por momentos.

(Obras pintadas en la noche de ayer en vivo)

El arte ayuda, pero no es la única manera de aliarte con la existencia. Si no escribía (Alejandra), no podía habitar el mundo porque era insoportable. Fue como vivir el mundo a través del poema. Y… (Dice con cierta nostalgia) no… hay otras cosas también. Para mí el mundo es insoportable en muchas medidas, pero hay un montón de cosas que dan felicidad y oxígeno. Recién me preguntabas por los pibes. Si yo no hubiese tenido los hijos que tengo, no la hubiera pasado tan bien y realmente no hubiera podido desarmar esas búsquedas extremas que a veces tienen lo relacionado con lo artístico



PD: Entrevista y edición para cátedra de la Universidad Nacional de Quilmes

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